A veces es muy difícil tomar este tipo de decisiones. Sobre todo cuando tienes un horario envidiable, un buen salario, un buen ambiente de trabajo, cuando careces de presión laboral, cuando tu cliente te da total libertad para realizar labores extralaborales o incluso pagarte de su bolsillo la formación, cuando tu empresa deposita su confianza en ti y te otorga responsabilidad. En fin, podría seguir con la lista de ventajas de mi todavía trabajo actual.
Pero lo cierto es que las personas parece que nunca tenemos suficiente. Desde hace años tenía muchísimas ganas de ir a trabajar al extranjero, y al final es lo que he decidido hacer. Me voy a Dublin a trabajar a una compañía importante dentro del mundo de las finanzas y la bolsa. Cambio tranquilidad por estrés, horario de mañana por horario europeo con alguna hora más, buen ambiente por ambiente indeterminado, una gran confianza por empezar desde cero, y tranquilidad por aprendizaje.
Empiezo una época de aprender. Hacía muchos años que no me sentía como me siento ahora mismo, con una ilusión enorme por ir a trabajar. Y es eso lo que me dice en cada momento que he hecho lo adecuado. Esa sensación de descubrir un nuevo mundo, de aprender nuevas cosas, de experimentar nuevas sensaciones, de tener que coger diez libros que no conocías y empezar a empaparte de cosas nuevas. Todo eso que hice cuando empezaba en mi actual trabajo y que estoy deseando volver a hacer.
Eso sí, quizás al final resulta que todo se viene abajo y que las cosas no eran tan bonitas como parecían. Entonces será igual, será como recibir una catalización de formación. Experiencia.
Por cierto, me llevo muchos recuerdos a Irlanda. El Viernes fue mi comida de despedida con mis compañeros. Los mejores compañeros del mundo. Y gracias a ellos voy a ir con mucha fuerza a Dublin. Me los voy a comer a todos. Porco killin!