![](https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEjENVCDjfVaCNtqFf8nifavklh27dux02aO8BqK8lMSF86yoLNB85ZieMuk219T_8jOf36sP5YP1C3iME5aBrkDGFGpX4zpYC9nvBymfOcFbnSk1T4JxhFgbsHtNHRFGQbugMdv/s200/2292215529_fdd91b61fc.jpg)
Segundo capítulo de la serie con la que pretendo convertirme en el emprendedor más impopular de la red. La primera entrada, que trataba sobre el mito de tener que
trabajar obligatoriamente full-time para tener algo de credibilidad ya me granjeó algunas críticas. Pero bueno, ahí están los Apple, Paypal,
Monster o
muchos otros que demuestran que antes de tirarse al vacio a veces conviene mirar si hay agua o colchoneta debajo.
Otro de los mitos más habituales, muy de moda últimamente, es el de que
emprender en Internet es fácil. Las barreras de entrada son cada día más pequeñas. Los servidores son cada vez más baratos, la tecnología también, el software está en la nube y se puede alquilar, y encima tenemos
millones de desarrolladores en China, la India y muchos otros sitios dispuestos a trabajar por cuatro perras. Pongamos el ejemplo de montar una tienda online. Podemos contratar un software SaaS que nos dé todo ya hecho, como
Shopify, o algo más español como
Xopie, le pagamos a un freelance unos euros por un diseño, y listo, a poner nuestros artículos a vender. Fácil, simple, y sin barreras de entrada, ¿no?.
NO.